Sunday, July 27, 2008

Protocolo Esparragoza


A mediados de los años 80 en la televisión venezolana había un programa cómico llamado El Show de Joselo. Dicho programa era liderado por el ya no tan cómico Joselo Díaz, que por cierto para quien no lo sepa aun, es padre de una de las principales fuentes de hits diarios en De Cualquier Vaina: Roxana Díaz.

De El Show de Joselo pasaron a formar parte de la cultura pop venezolana dos personajes inolvidables: El Doctor Chimbín y Protocolo Esparragoza. El Doctor Chimbín era un abogado chapucero que hacia cualquier clase de argucias -legales y no tan legales- para ganar sus casos. Pero en este artículo quiero centrarme en el otro personaje que Joselo ejecutaba con maestría: Protocolo Esparragoza.

Protocolo era un señor muy respetable al que invitaban a fiestas de la alta sociedad caraqueña, pero que tenía algunos problemitas con la bebida. Conciente de esto, el educado Dr. Esparragoza se negaba a ingerir los tragos de escocés que reiteradamente le ofrecían los mesoneros de la rumba; pero, más temprano que tarde, caía en la tentación y aceptaba finalmente el “pecaminoso licor”. La ingesta alcohólica cambiaba radicalmente a nuestro personaje, quien pasaba de ser un educado y respetable profesional a un borrachín impertinente y malportado.

Si extrapolamos de la televisión a la vida real el cambio de comportamiento de Protocolo; podríamos decir que todo el mundo alguna vez ha experimentado un, aunque sea pequeño, comportamiento protocolístico en su vida. Y, ojo, no me refiero solamente a poner una cómica rascaos; sino al hecho de actuar de una manera particular, diciendo que no vamos a hacer algo y al final, terminamos sucumbiendo a la tentación y poniendo la cómica.

Lo ejemplos pueden ser muy variados: ya sea llamando al culito que dijimos que no íbamos a llamar más nunca, yendo al bar al que juramos ni pasar por la puerta o empatándonos con la tipa que dijimos que ni en sueños seriamos novios porque somos panas. Es decir, terminamos quedando como farsantes; que para mí es la principal característica que podemos rescatar, del nunca bien ponderado, Protocolo Esparragoza.

Y tú, ¿Has actuado protocolísticamente alguna vez? ¡Yo si!

Ciro






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