Desde esta tribuna hemos expresado con anterioridad lo personal, particular e íntimo que pueden ser los gustos musicales de cada quien; y por ende, lo heterogéneos o variopintos que suelen resultar. Es por ello que hurgar y descubrir todo lo que está detrás del Proyecto del Genoma de la Música resulta algo absolutamente fascinante, si se es fanático de la música.
El domingo pasado en la revista del New York Times, apareció un excelente artículo escrito por Rob Walker sobre todo lo que se esconde detrás de la radio digital Pandora.
Pandora fue fundada hace 10 años en Oakland, California, por Tim Westergreen con la intención de crear una plataforma musical que les permitiera a los usuarios crear sus propias estaciones de radios de acuerdo con sus particulares gustos musicales; pero no fue sino hasta la aparición de la aplicación para el iPhone que ha saltado a la palestra del mainstream musical. Lamentablemente, a esta página o aplicación sólo se le puede acceder desde el Imperio; ya que no funciona ni en Venezuela ni en Europa.
La premisa de Pandora es que el usuario escriba el nombre de una canción o grupo que desea escuchar, y una serie de algoritmos harán el resto para sugerirle a dicho usuario las canciones asociadas con su escogencia. El usuario ayuda a educar a la base de datos, para hacer más precisas las recomendaciones, aprobando o desaprobando las sugerencias del programa. Hasta aquí nada de innovador; lo que revela el artículo de Walker, que para mí es lo brutal de la vaina, es que detrás de Pandora subyace el Proyecto del Genoma de la Música.
Westergreen y sus panas, en su mayoría músicos y musicólogos, se encargan de decodificar la estructura de las canciones en cinco aspectos musicales: melodía, armonía, ritmo, forma y sonido -instrumentación y voz-, y cada una de estas categorías pueden contener de 10 a 50 elementos; lo que da como resultado el número de “genes” que contiene cada canción, y con ello se va construyendo el mencionado “genoma” de la música para crear las estaciones de radio asociadas a la escogencia original del usuario, a punta de algoritmos.
Lo interesante de este enfoque es que para nada toma en cuenta la información cultural o social que se esconde detrás de cada canción o agrupación musical, sino simplemente la información puramente musical que contiene la misma. Y allí es donde está lo innovador del asunto, ya que no importa cuán pangola o merma una canción es, si está en el número uno de las carteleras musicales o si tus amigos la escuchan, la disfrutan o no, porque Pandora no posee, adrede, el filtro de otros sistemas similares para recomendar por popularidad o por afinidad de tu red social.
Obviamente este enfoque tiene gran cantidad de detractores -sobre todo desde la competencia- que consideran que la música es una experiencia inherentemente social y que depende, en gran medida, de la cultura.
Para ser un poco más grafico sobre el hecho social o cultural que puede ser la música, me voy a permitir un ejemplo simple; hay muchas personas que por sentirse -o aparentar ser- cool o para no parecer pangolas escuchan o dejan de escuchar cierto tipo de música o de artista; y hasta compran discos y van a conciertos de bandas por el simple hecho de la presión social del entorno.
Esto me plantea una duda existencial como melómano, aunque probablemente la respuesta no sea absoluta:
¿La música que escuchamos y tripeamos es intuida -por su calidad o por nuestro conocimiento musical- o inducida -por nuestro entorno social y cultural-?
Ciro
El domingo pasado en la revista del New York Times, apareció un excelente artículo escrito por Rob Walker sobre todo lo que se esconde detrás de la radio digital Pandora.
Pandora fue fundada hace 10 años en Oakland, California, por Tim Westergreen con la intención de crear una plataforma musical que les permitiera a los usuarios crear sus propias estaciones de radios de acuerdo con sus particulares gustos musicales; pero no fue sino hasta la aparición de la aplicación para el iPhone que ha saltado a la palestra del mainstream musical. Lamentablemente, a esta página o aplicación sólo se le puede acceder desde el Imperio; ya que no funciona ni en Venezuela ni en Europa.
La premisa de Pandora es que el usuario escriba el nombre de una canción o grupo que desea escuchar, y una serie de algoritmos harán el resto para sugerirle a dicho usuario las canciones asociadas con su escogencia. El usuario ayuda a educar a la base de datos, para hacer más precisas las recomendaciones, aprobando o desaprobando las sugerencias del programa. Hasta aquí nada de innovador; lo que revela el artículo de Walker, que para mí es lo brutal de la vaina, es que detrás de Pandora subyace el Proyecto del Genoma de la Música.
Westergreen y sus panas, en su mayoría músicos y musicólogos, se encargan de decodificar la estructura de las canciones en cinco aspectos musicales: melodía, armonía, ritmo, forma y sonido -instrumentación y voz-, y cada una de estas categorías pueden contener de 10 a 50 elementos; lo que da como resultado el número de “genes” que contiene cada canción, y con ello se va construyendo el mencionado “genoma” de la música para crear las estaciones de radio asociadas a la escogencia original del usuario, a punta de algoritmos.
Lo interesante de este enfoque es que para nada toma en cuenta la información cultural o social que se esconde detrás de cada canción o agrupación musical, sino simplemente la información puramente musical que contiene la misma. Y allí es donde está lo innovador del asunto, ya que no importa cuán pangola o merma una canción es, si está en el número uno de las carteleras musicales o si tus amigos la escuchan, la disfrutan o no, porque Pandora no posee, adrede, el filtro de otros sistemas similares para recomendar por popularidad o por afinidad de tu red social.
Obviamente este enfoque tiene gran cantidad de detractores -sobre todo desde la competencia- que consideran que la música es una experiencia inherentemente social y que depende, en gran medida, de la cultura.
Para ser un poco más grafico sobre el hecho social o cultural que puede ser la música, me voy a permitir un ejemplo simple; hay muchas personas que por sentirse -o aparentar ser- cool o para no parecer pangolas escuchan o dejan de escuchar cierto tipo de música o de artista; y hasta compran discos y van a conciertos de bandas por el simple hecho de la presión social del entorno.
Esto me plantea una duda existencial como melómano, aunque probablemente la respuesta no sea absoluta:
¿La música que escuchamos y tripeamos es intuida -por su calidad o por nuestro conocimiento musical- o inducida -por nuestro entorno social y cultural-?
Ciro
Proyecto Genoma en Blogalaxia
Genoma de la Musica en Blogalaxia
Pandora Radio en Blogalaxia
Musica en BlogalaxiaNew York Times en Blogalaxia
Tim Gestergreen en Blogalaxia
Jennifer en Blogalaxia
Rob Walker en Blogalaxia
No comments:
Post a Comment