Hoy tenía la intención de escribir sobre la metamorfosis que había sufrido la capital del Imperio, Washington, DC, durante el fin de semana de la toma de posesión de Obama, de cómo se había transformado de un pueblito en una ciudad cosmopolita o de un sitio de burócratas a un sitio de ciudadanos; pero no, no puedo. ¡Estoy despechado! Y cuando uno está despechado, solo puede hablar de su despecho.
Estoy despechado porque anoche eliminaron al equipo de mis amores: los Tiburones de La Guaira, o mejor dicho, ellos se eliminaron solitos.
Ser fanático de La Guaira es un acto de fe. Coño, tiene que serlo, porque si durante toda tu adultez -ya han pasado 23 años- no has visto al equipo llegar a una final o ni siquiera estar cerca de ella -excepto anoche- o tienes que estar loco o enamorado; que puede ser más o menos lo mismo.
Lo que pasa es que es como estar enamorado solo: tu fiel allí como un bolsa -en las buenas y en las malas-, te hacen daño sin darse cuenta -pero resistes-, no duermes en las noches y -como hoy- amaneces despechado y el equipo -o ella- ni se dan por enterados.
Pero la grandeza del béisbol, y en este caso de los Tiburones de La Guaira, es que te puedes despechar pero nunca te podrás desenamorar, aunque mal pague.
Ciro
Estoy despechado porque anoche eliminaron al equipo de mis amores: los Tiburones de La Guaira, o mejor dicho, ellos se eliminaron solitos.
Ser fanático de La Guaira es un acto de fe. Coño, tiene que serlo, porque si durante toda tu adultez -ya han pasado 23 años- no has visto al equipo llegar a una final o ni siquiera estar cerca de ella -excepto anoche- o tienes que estar loco o enamorado; que puede ser más o menos lo mismo.
Lo que pasa es que es como estar enamorado solo: tu fiel allí como un bolsa -en las buenas y en las malas-, te hacen daño sin darse cuenta -pero resistes-, no duermes en las noches y -como hoy- amaneces despechado y el equipo -o ella- ni se dan por enterados.
Pero la grandeza del béisbol, y en este caso de los Tiburones de La Guaira, es que te puedes despechar pero nunca te podrás desenamorar, aunque mal pague.
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