En 1998 tuve la oportunidad de irme a trabajar por 6 meses a Santiago de Chile, en Chile. Un país que para ese entonces era como de otro mundo para este muchachito venezolano.
Una sociedad bien ordenada, super machista, con niveles de racismo y clasismo que nunca había visto, donde no existía el divorcio, muchos taxistas eran profesionales y los militares se vestían como los alemanes de la segunda guerra mundial produjo en mi un sacudón cultural al cual no estaba preparado. De ese país ya no queda mucho y prueba de ello es que tienen una mujer presidente.
La mayoría de los fines de semana salía a conocer alguna parte de este espectacular país, la mayoría de las veces acompañado por alguno de los amigos chilenos que me adoptaron. De esos viajes que fueron tan variados como en autobuses, autos y aviones, me quedó el conocer el corazón de Chile: Su gente.
Allí compartí con personas de distintos "backgrounds" y razas, y entendí a través de ellos y sus historias, la idiosincracia de este amable y educado pueblo. Puedo decir que Chile tomó un poco de mi corazón y no me puedo pelar un vinito Cousinho Macul cuando lo consigo en algún supermercado.
Una de las cosas con la que conviven los chilenos es con los sismos. País anclado en los Andes con más de 1000 volcanes, Chile y temblores son palabras que van de la mano. En mi estadía sentí 3 y en uno de ellos vi, -mientras estaba despertándome en mi cama-, como por la ventana de mi apartamento en Apoquindo, se asomaban los edificios que tenía enfrente y el mío se mecía como un columpio. Estaba impresionado con las edificaciones ya que estaban en su mayoría construídos bajo estrictos códigos para mantenerse en pie ante los movimientos telúricos.
Los chilenos dicen que en cada década había un terremoto fuerte que dejaba "la escoba". Es decir, que volvía un desastre las ciudades.
En la década de los 90s y en la primera del siglo de 21 no tuvieron ninguno que representara una desgracia nacional, gracias a Dios. El día de hoy en la madrugada a eso de las 3:34 am hora de Chile llegó la desgracia a ese país. Los muertos hasta este momento suman aproximademente 300.
Comparado con el de Haiti, las pérdidas humanas son mínimas y esto,-dentro de la tristeza que da la pérdida de una vida-, me reconforta un poco. Duao e Iloca, pequeñas ciudades balneareas del litoral central, parecen al verlas por televisión a las imágenes de Tailandia. Dos olas producto del maremoto que se generó 15 minutos luego del sacudón de 8.8 en la escala Richter barrieron el pueblo. Casas fueron destruidas y otras aparecieron 100 metros más allá de donde fueron arrancadas en estado inhabitable. Un Circo fue arrasado por completo y por suerte 3 leones que tenían, siguen encerrados en sus jaulas después del revolcón de las olas del Tsunami. Las alarmas permitieron a la población huir a la montaña y milagrosamente nadie había desaparecido o muerto en la tarde de hoy. La Isla Robinson Crusoe (Archipiélago Juan Fernández), también recibió la visita del Tsunami y por consiguiente el desastre que trae.
Las imágenes en estos dos pueblos, me recordó de las cicatrices en la montaña y las ruinas que pude ver cuando navegué desde Valdivia al pacífico y que fueron resultados del mayor terremoto del mundo en 1960 con una escala de 9.5 (la escala fue subida luego de este terremoto) que originó un maremoto que impactó e hizo estragos en Hawaii, Nueva Zelanda, Australia y Japón entre otros.
Más allá de lo dantesco y desolador de las imágenes de entonces y las de este terremoto, y de la gran cantidad de daños en infraestructuras, estoy seguro que Chile se va levantar de esta catástrofe. Este país montó el mundial de fútbol de 1962 luego de ser barrido por el terremoto de 1960. No veo por qué tenga que ser diferente esta vez.
A medida que pasan las horas van apareciendo los amigos de Chile. Por lo pronto espero escuchar de mis panas de trabajo de cuando estuve asignado allá: Claudia, Patricia, Murtu, Vero y José.
Un abrazo al pueblo chileno.
El Pollo
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